Tras recibir una educación en seminarios religiosos —que más tarde criticaría con ironía—, Maupassant estudió Derecho en París, pero su formación se vio interrumpida por la guerra franco-prusiana en 1870. El joven soldado experimentó de primera mano la crudeza del conflicto, una vivencia que luego trasladaría a varios de sus cuentos con un realismo crudo y desprovisto de romanticismo.
Fue bajo la tutela del gran Gustave Flaubert, amigo cercano de su madre, que Maupassant dio sus primeros pasos como escritor. Flaubert no solo pulió su estilo, sino que lo conectó con otros escritores del momento como Émile Zola, Ivan Turgénev y los hermanos Goncourt. En 1880, publicó su primer cuento destacado, “Bola de sebo” (Boule de suif), incluido en una antología naturalista dirigida por Zola. La historia fue aclamada de inmediato por su profundidad psicológica y su crítica social, lo que catapultó a Maupassant al reconocimiento literario.
A partir de entonces, su pluma se volvió prolífica. Escribió más de 300 cuentos, seis novelas y numerosos artículos periodísticos. Obras como Bel-Ami, Pierre et Jean y El Horla lo consolidaron como un maestro del relato breve. Su estilo directo, cargado de ironía y precisión, capturó con crudeza la hipocresía de la burguesía, los contrastes sociales y los abismos del alma humana. En especial, se destacó por abordar temas como la locura, la obsesión, la muerte y lo sobrenatural, con una naturalidad que aún hoy inquieta al lector.
Sin embargo, tras el fulgor de su éxito, la oscuridad se fue apoderando de su vida. La sífilis, enfermedad que contrajo en su juventud, empezó a afectar su salud mental y física. Maupassant vivió sus últimos años atormentado por alucinaciones, aislamiento y desesperanza. En 1892 intentó suicidarse cortándose la garganta. Fue internado en una clínica mental, donde murió el 6 de julio de 1893, a los 42 años.
Guy de Maupassant dejó un legado que transformó la narrativa corta en un arte mayor. Su aguda mirada sobre la condición humana, combinada con un estilo claro y contundente, lo convierten en una de las figuras imprescindibles del realismo francés y un precursor de la literatura moderna.
Cuentos
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